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CIENCIA

POLICIAL

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dia, con orificio solo de entrada, cayendo al suelo y siendo golpeado

y pateado, produciéndole contusiones. Fue atendido de urgencia en

la Casa de Socorro y trasladado al Hospital de la Beneficencia con

pronóstico «gravísimo». No se pudo detener a los agresores, pese a la

rápida intervención de la Guardia Civil. Salvó la vida, pero las lesiones

le incapacitaron para seguir realizando su labor de Policía, por lo que

fue dado de baja.

Posteriormente este personaje volvió a aparecer en la prensa por un

macabro suceso. El 12 de enero de 1936 asesinó al guardia municipal,

Manuel Hernández Mata, al parecer este había mantenido una relación

con su hermana Teresa de 39 años. Meses después de terminar dicha

relación, Teresa dio a luz una niña, afirmando que era hija del guardia

Manuel, como quiera que este no la reconocía y no hizo caso en ningún

momento a las reclamaciones del Guardia Victoriano, este lo localizó

en el baile el Parral en la calle Pablo Iglesias 12 y tras una discusión, le

vació el cargador de su pistola, seis disparos que acabaron con su vida.

Tras el crimen, acudió al Cuartel de la Guardia Civil para entregarse,

comentándole al jefe de puesto que acababa de matar a un hombre en

defensa de su vida y de su honra, entregándose para responder de su

delito. La causa del crimen fue única y exclusivamente reivindicar la

honra de su hermana y cortar la difamación que el fallecido, según

declaró el reo en el juicio, iba haciendo por toda la barriada.

En las inmediaciones del Monumental Cinema, lugar de la asam-

blea, se montó un importante dispositivo de vigilancia distribuido por

la plaza de Antón Martín y las calles aledañas. Cuando se abrieron las

puertas comenzaron los incidentes. Un nutrido grupo intentó sabotear

el acto, llegando a la agresión física. Los guardias se vieron obligados a

realizar varias cargas, con las consiguientes carreras y cierres de por-

tales. Llegaron más alborotadores, por lo que Muñoz Grandes ordenó

a las Fuerzas de Seguridad que ocupara las azoteas próximas, evitando

así que fueran los huelguistas quienes lo hicieran. No era algo baladí

esta ocupación, ya que, en numerosos altercados en años anteriores,

estas posiciones fueron utilizadas por huelguistas y revolucionarios

para hostigar a la Fuerza Pública, llegando a ocasionar numerosos he-

ridos, tanto con armas de fuego como con armas contundentes arro-

jadizas.