CIENCIA
POLICIAL
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«Mi querido amigo y compañero:
Todos los días creo que saldré para Oviedo, pero el tiem-
po pasa y yo me veo privado del placer de decirte a ti y a
los tuyos que habéis sido unos valientes, que con vuestro
sacrificio habéis dado vida a un cuerpo que ya no puede
morir, que con la sangre que habéis vertido nos honráis a
los demás; que estamos orgullosos de vuestro heroísmo.
Sé que sufres, no te importe, es el tributo que a nuestra
España han de pagar los que bien la quieren; más yo espero
que ahora, como siempre, tu espíritu vencerá, y el coman-
dante Silva, con el cuerpo roto y el corazón agrandado por
el sacrificio y sincero amor a nuestra Patria, será la reliquia
más preciada de las fuerzas de Asalto; reliquia viva, que se
mantendrá en nuestras filas para continuamente recordar
a todos cuál es el camino del honor y del deber.
Ánimo, pues, amigo Silva, las fuerzas de Asalto necesita-
ban de ti, y tienes el deber, yo te lo exijo, de sobreponerte
al dolor; tu cabeza y tu corazón se mantienen intactos y con
ellos tienes facultades sobradas para dar nuevos días de
gloria a este Cuerpo, que, imitando tu ejemplo, no regatea-
rá sacrificio alguno para salvar a esta España, que debiera
ser para todos tan querida.
Dile a esa brava gente que contigo compartió los días de
lucha, que grande es el orgullo que todos los compañeros
tenemos por vestir su uniforme; dales a todos un abrazo
tan grande como su gallardía; diles que no olvidamos a los
que cayeron por nuestra Patria, y tú, en el frente del dolor;
recibe el beso que, lleno de emoción, te envía tu jefe, tu
amigo, tu hermano, Agustín Muñoz Grande».
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Podemos deducir fácilmente que Muñoz Grandes no pudo estar al
lado de sus hombres para acabar con la rebelión de Asturias, como
hubiera sido su deseo. Sufre por ello y se siente muy orgulloso de sus
Fuerzas de Asalto, algo de lo que todos sus subordinados eran cons-
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ABC
, día 14 de noviembre de 1934, p. 20.