Los guardias de asalto bajo el liderazgo de Muñoz Grandes
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El nuevo director general de Seguridad, Ángel Galarza y Gago, co-
mentaba a los periodistas el 14 de mayo que se iba a proceder a la
creación de una sección de Guardias de Asalto, formada por 80 hom-
bres de menos de 30 años con una talla determinada, de complexión
atlética, con el servicio diario de realizar
ejercicios de gimnasia
y que
serían utilizados para disolver manifestaciones no permitidas. Como
novedad no dispondrían de sable, en su lugar iban a utilizar
una porra
especial y una pistola
. Los traslados los harían en camiones abiertos,
sin toldo, con asientos, para así poder bajar e intervenir de una mane-
ra más rápida. Comentó también, que la forma de actuar ante los
re-
voltosos
sería en primer lugar agarrándose de los brazos e impidiendo
continuar a los manifestantes y que, en caso de no servir la técnica,
procederían a usar sus defensas y si, aun así no bastara, podrían llegar
a utilizar sus armas.
El domingo 17 de mayo es la fecha de creación de esta sección de
Vanguardia (Asalto), este fue el primer nombre oficial como recogie-
ron los diarios de la época. Su primera intervención, dos días después,
todavía sin uniformes nuevos, fue en la ceremonia de funeral del Ge-
neral Aguilera, en la que «el novísimo Cuerpo de Guardias de Asalto,
quienes, cogidos del brazo, formaron un círculo para mantener al pú-
blico a prudente distancia»
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.
El 29 de mayo ya estaban uniformados y se les pasó revista en el
parque de El Retiro, revistaron a los de Asalto el director Ángel Galar-
za, el jefe del cuerpo de Seguridad, coronel Bermúdez de Castro y el
teniente coronel Escolástico Pangua, segundo jefe del referido cuer-
po. En esta ocasión, solo contaban con una camioneta abierta para el
transporte, que había sido presentada en el desfile de 1922 en el Paseo
de Rosales, con los nuevos vehículos públicos del cuerpo.
Ese mismo día por la tarde, con sus flamantes nuevos uniformes se
requirió su presencia a la puerta de la estación de metro de la Glorieta
de Atocha, donde un joven vendedor, de malos modales, increpó a una
mujer que parecía religiosa, exigiéndole que diera vivas a la República;
la señora contestó «viva la República y la religión», el joven montó en
cólera y comenzó a insultarla. Varias mujeres salieron en defensa de la
ultrajada, lo que hizo que el chico las insultara a todas, soliviantándose
aún más, siendo abofeteado por una de ellas, que comenzó a gritar, lo
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El Heraldo de Madrid
. 20 de mayo de 1931, p. 11.