Los guardias de asalto bajo el liderazgo de Muñoz Grandes
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La conjunción con la sociedad ya se había producido, desde entonces
fueron frecuentes las ocasiones en las que los de Asalto recibieron los
aplausos de los ciudadanos, cuando restablecían el orden.
El siguiente artículo reproducido íntegra y literalmente, por lo ilus-
trativo y breve que es:
«UN NUMERITO DE FIESTAS
El alcalde de Játiba preparaba el programa de fiestas de
la localidad. Un atractivo sería –pensó el hombre– que vi-
niera una sección de guardias de asalto y evolucionara por
aquí. Afortunadamente, este es un pueblo tranquilo y la
gente no ha tenido ocasión de verlos.
Y tal como lo pensó se lo propuso al gobernador civil de
Valencia, que es nuestro compañero en la prensa Francisco
Rubio. A éste no le pareció mal la cosa y, al efecto, el día
señalado dio órdenes al jefe de la fuerza para que una sec-
ción de guardias se desplazara a Játiba y se pusiera a las
órdenes del alcalde.
Montaron los guardias en su camión, pitaron velozmen-
te hacia Játiba y desembocaron en la plaza. La cual, a esas
horas, con el hervor de los festejos estaba repleta de gente.
¿Amotinada? Los guardias no se pararon a valorar su acti-
tud, sino que, acto seguido, procedieron al despeje absolu-
to. No hicieron falta medios muy contundentes. El asombro,
acaso, paralizaba un poco los miembros de los apacibles
vecinos; pero, asombrados y todo, se recluyeron en sus ca-
sas. Plazas y calles quedaron vacías. Silencio absoluto. Los
guardias montaron otra vez en su camión y volvieron a Va-
lencia. Poco después, frente al gobernador:
Lo de Játiba, arreglado. ¿Sí? ¿Buena gente?
Espléndida. Como corderitos …
¿Qué han hecho ustedes?