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CIENCIA

POLICIAL

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Reseñable en cuanto a la búsqueda de información en las fuentes

mencionadas es el caso particular del militar que nos ocupa y que es-

tuvo al mando de las fuerzas de Asalto en el periodo analizado, Agustín

Muñoz Grandes. Lo peculiar en referencia a su segundo apellido es

que da la impresión de que es a partir de 1941 cuando adquiere la «s»

final, ya que con anterioridad a esta fecha casi exclusivamente apare-

ce como Grande –sin la «s» final–. En el buscador de

ABC

no aparece

nada anterior a 1941 con el apellido Grandes, pero sí con el apellido

Grande, refiriéndose a él. En el BOE pasa lo mismo, a partir de julio de

1941 aparece como Grandes, antes Grande, salvo en noviembre del 35

que aparece Grandes. Incluso, en el anuario militar de España, apare-

ce de las dos maneras. Se da la circunstancia de que en el anuario de

1917 y en el 1918 aparece su nombre en varias ocasiones, unas con el

apellido Grande y otras Grandes. De hecho, en la hemeroteca digital

buscando «Muñoz Grandes» no aparece nada respecto a él en los años

1933, 1934 y 1935, mientras que por “Muñoz Grande” aparecen más

de 100 resultados.

Usaremos, por tanto, para referirnos a su persona el segundo ape-

llido, «Grandes», el más reconocido, y con el que aparece en el Diccio-

nario Biográfico de la Real Academia de la Historia; pero teniendo en

cuenta que si se quiere realizar alguna búsqueda detallada sobre él se

debería desdoblar esta en dos, una búsqueda con el apellido terminado

«s» y otra sin «s».

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Creación de los guardias de asalto

La década de los 30 en España comenzó con el sistema monár-

quico muy deteriorado. La mayor parte de los políticos, tanto de una

como de otra tendencia política se habían aliado en el llamado Pacto

de San Sebastián, conspirando de manera clara contra el rey. En la pri-

mavera de 1931 se pretendió tantear a la opinión pública por medio de

unas elecciones municipales. Como resultado, en la mayor parte de las

capitales de provincia, entre ellas Madrid y Barcelona, la victoria fue

para los republicanos. El rey pensó que su pueblo le había abandonado