Retos de la investigación científico-forense
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Introducción
A comienzos del año 2000 fue estrenada en España una pelí-
cula del director norteamericano Tim Burton basada en un relato de
terror escrito en 1820 por el neoyorquino Washington Irving titulado
La leyenda de Sleepy Hollow
o
La leyenda del jinete sin cabeza
, y que en
su adaptación cinematográfica respondía al título de
Sleepy Hollow
.
Un pequeño corte de esta película ha sido proyectado en ocasiones
cuando se habla sobre las ciencias forenses para tratar de resolver una
pregunta: ¿por qué nacieron las ciencias forenses?
En el comienzo de la película, situada en 1799, se ve la imagen de
un tribunal de justicia con un acusado amordazado con grillos, cadenas
y cepos de hierro y en un visible mal estado después de su interroga-
torio, y a un insolente policía Crane, protagonizado por Johnny Deep,
que se dirige al Tribunal diciéndole que «se encuentran ya próximos
al siglo XIX y la justicia todavía descansa en mecanismos medievales
de tortura así como las cárceles están llenas de condenados por confe-
siones forzadas». A continuación, el policía Crane afirma que él parece
ser el único que se da cuenta de que para resolver crímenes y descubrir
autores debemos «usar el cerebro y reconocer las pistas clave ayudán-
donos de las técnicas científicas modernas».
Durante el largometraje, queda claro que el policía Crane piensa y
utiliza métodos científicos y nuevas técnicas de investigación forense,
con procedimientos totalmente novedosos en aquella época, para tratar
de descubrir el misterio del «jinete sin cabeza». Da así respuesta a esa
pregunta, antes formulada: ¿por qué nacieron las ciencias forenses?
Aquellos que, como el policía Crane, pensaban en la aplicación del méto-
do científico a la investigación criminal, tuvieron que esperar casi un siglo.
Nombres como Bertillon, Edmond Locard, Vucetich, Galton o Federico
Oloriz, que tanto hicieron para hacer realidad las entonces elucubracio-
nes del policía Crane, son la verdadera historia de las ciencias forenses.
Pero también hay que hacer una mención especial a muchas personas
anónimas que con su trabajo callado y sus aportaciones hicieron durante
muchos años lo que hoy llamamos I+D+i, del que luego hablaremos.